Un buen compañero de rutas nos propone una excelente «aventura» para, por ejemplo, una Semana Santa. Se trata de la «Senda del Duero»; 270Km de auténtico cicloturismo desde Soria a Peñafiel.
Aquí os dejamos un excelente guión de los 4 días de ruta por si te vés con la inquietud y las ganas de emprender esta «misión»:
RUTA SEMANA SANTA MTB “SENDA DEL DUERO”
SORIA-PEÑAFIEL 270KM +- APROX.
NOTA: Las imágenes de plan de ruta con distancias marcan el tiempo a pie, no en bici.
DÍA 1 SÁBADO 8 SORIA-ALMAZAN 63 KM
1 soria –ituero 30km
La etapa comienza por los lugares que inspiraron la poesía de Antonio Machado mientras paseaba con su mujer, Leonor, camino de la ermita de San Saturio. Con el sabor que dejan las pequeñas ciudades castellanas, el recorrido se adentra en los montes y llanuras sorianas, donde es posible oír el canto de los pájaros, el silbido del viento o disfrutar de la sencillez de sus gentes.
El Puente de Piedra de Soria sobre el río Duero es el inigualable punto de partida de esta etapa. Adentrándose en el paseo del Postiguillo, un verdadero túnel verde arbolado, y continuando por el paseo de San Prudencio, donde se encuentra el museo del Agua. Este museo, situado en uno de los molinos tradicionales de Soria, alberga la maquinaria original, y explica, mediante paneles y audiovisuales, los usos que ha tenido el agua a lo largo de la historia en Soria.
La ruta continúa por la senda de los Pescadores, pasando junto a una gran área recreativa, donde se disponen mesas de picnic y juegos infantiles, y cerca del edificio del Lavadero de Lanas. Desde aquí se tienen vistas al Puente de Hierro, construido en 1929 para permitir a la línea férrea Santander-Mediterráneo salvar el río.
La vegetación de ribera a lo largo del paseo está compuesta por árboles como chopos negros (Populus nigra), fresnos (Fraxinus angustifolia), sauces blancos (Salix alba) y abedules (Betula pendula); plantas acuáticas tales como espadañas o eneas (Typha sp.), además de numerosos arbustos y matorrales.
Pasado el Puente de Hierro aparece y sorprende la ermita de San Saturio. Un puente permite cambiar de orilla y acercarse hasta el santuario, que se yergue en un promontorio rocoso sobre el río Duero. El paseo hasta la ermita, uno de los más románticos de Soria, fue fuente de inspiración del poeta Antonio Machado, tal como dejó constancia en algunos de sus versos.
El recorrido continúa por un paseo peatonal que asciende ligeramente, permitiendo contemplar con mayor amplitud el río Duero y los cortados calizos que flanquean su avance. Tras pasar un aparcamiento para coches, se continúa por un camino agrícola que discurre por la vega del río, cubierta de matorrales y hierbas, donde antaño debían existir fértiles huertas con sus perfectas formaciones alineadas de calabacines, tomates, alubias o cebollas.
Al llegar cerca de unas ruinas la señalización indica que se debe girar a la izquierda y abandonar el camino, para tomar una senda que cruza un pequeño cauce con agua. En este tramo se presenta una corta pero fuerte pendiente, que cansará a más de uno, o se tendrá que echar pie a tierra si se recorre en bicicleta.
La ascensión da paso al paisaje de la llanura castellana, donde la vegetación de ribera es sustituida por encinas (Quercus ilex) y fincas agrícolas.
El sendero conduce hasta un cruce donde existen varias casas y naves, punto donde se toma el camino agrícola de la izquierda, con dirección suroeste. El recorrido va en suave ascenso, rodeado de encinas o carrascas, ejemplares dispersos de pinos rodenos o negrales (Pinus pinaster), jaras (Cistus sp.) y brezos (Erica sp.).
Al culminar la elevación, el camino se bifurca y se toma la vía de la derecha, que se estrecha y se transforma en una senda. Se inicia un descenso zigzagueante entre encinas cubiertas de líquenes, donde la gayuba (Arctostaphylos uva-ursi), tapiza buena parte de la superficie del suelo, y las aromáticas consiguen sobrevivir en un terreno con tan fuerte insolación.
La senda enlaza más adelante con una pista forestal, que se debe seguir atendiendo a la señalización, para llegar sin problemas hasta la localidad de Los Rábanos. La entrada al pueblo se hace junto a un bonito lavadero, para pasar más adelante junto a la iglesia, y salir por una zona de chalets donde están las piscinas municipales junto a una gran rotonda.
La ruta continúa durante cerca de 4 kilómetros, con dirección Lubia, por la antigua carretera nacional N-111 de Soria a Medinaceli, donde habrá que caminar con precaución.
El recorrido de repente gira bruscamente a la izquierda y se adentra por un camino agrícola, entre tierras de cereal. Las fincas agrícolas pronto son sustituidas por pinares de pino negral, refugio de animales, como el ciervo (Cervus elaphus), que encuentran en estas masas forestales el lugar perfecto para vivir y esconderse.
Bajo la cubierta de estos pinares también es posible encontrar los apreciados níscalos (Lactarius deliciosus), de color anaranjado. Muchos pinares de esta zona están incluidos dentro del proyecto MYAS, que pretende aplicar un modelo de puesta en valor y gestión sostenible de los recursos micológicos con el objetivo de conservar el recurso y sus hábitats, controlar su comercialización y configurar una oferta de turismo micológico de calidad.
Sin abandonar el camino, se alcanza la localidad de Tardajos de Duero, del que se sale por el sur, por la carretera que lleva a Miranda de Duero. En el primer cruce que se encuentra se gira a la izquierda, para tomar, a unos 80 metros, un camino agrícola que sale por la derecha.
Una sucesión de fincas se disponen a lo largo del Camino, cuya uniformidad regala bellos atardeceres con los campos de trigo mecidos por el viento. El paso junto a varias tenadas de adobe en ruinas recuerda el pasado ganadero de la comarca, donde rebaños de ovejas aprovechaban el rastrojo en el mes de agosto.
Tras subir una pequeña loma con pinos negrales, se divisa el tramo final de la etapa y el curso del río Duero bien custodiado por su bosque de ribera. En el camino nos encontramos varios cruces, en el primero se debe girar a la derecha y, tras atravesar un bosques de melojos (Quercus pyrenaica), a la izquierda.
La etapa está ya en su tramo final, los rebollos, los campos de cereal y de girasol acompañan al caminante hasta Ituero, donde el río Duero y la ruta vuelven a unirse. A la entrada de la localidad hay una pequeña y agradable área recreativa junto al río que permitirá tomar un merecido descanso.
Ituero-almazan 30km
La comarca de Tierras de Almazán se caracteriza por la alternancia entre el constante verdor de los pinares, con un intenso pasado resinero, y el cambiante paisaje cerealista, con cambiantes tonalidades a lo largo del año. En otoño e invierno presenta los marrones tonos de la tierra, el verde en primavera y el amarillo cuando el calor estival agosta los trigos y cebadas.
El inicio de la etapa se realiza por la poco frecuentada carretera que desde Cubo de la Solana lleva a Ituero. La ruta toma el primer camino que se encuentra a la izquierda y continúa por él, en un suave ascenso hacia el alto del Pecho, donde crecen unos pequeños bosquetes de pino negral (Pinus pinaster).
La ruta discurre por un cómodo camino que permite avanzar sin problemas por la llanura cerealista. Las ruinas de algunas tenadas, los bosquetes de pino negral o de chopo negro (Populus nigra), localizados entorno a pequeños manantiales, dan la nota de color al paisaje.
Más adelante el Camino, al atravesar un bosquecillo de pino negral, gira a la derecha y cambia la dirección hacia el oeste. Al fondo se intuye el río Duero, fácilmente reconocible por la alineación de árboles que conforman su bosque de ribera.
El recorrido llega hasta una carretera, la que une Cubo de la Solana con Almazán, que se debe tomar durante algo más de 1,5 kilómetros. En ese momento, se gira a la izquierda y rápidamente se llega hasta un puente sobre un meandro del río Duero, que regala una bonita estampa de sus aguas, siempre escoltadas por su vegetación de ribera. Además aparecen las choperas de producción, cuya madera es utilizada para elaborar papel, cajas de fruta, estacas o palillos.
Siguiendo un poco más adelante se pasa sobre el canal de Almazán, que transporta agua para regar buena parte de las tierras de la margen izquierda del río Duero a su paso por la localidad del mismo nombre.
El recorrido gira a la derecha en el primer camino que se encuentra, dando vista al alto de Torrejalba, en cuya parte más alta se encuentran los restos de una atalaya de origen islámico que tenía como objetivo controlar el valle del Duero, territorio que durante muchos años fue fronterizo entre cristianos y musulmanes.
Un poco más adelante se pasa junto a una gran chopera donde buscan frescor, en los días de calor, las ovejas y carneros que pacen en la zona. Bajo la atenta mirada de la atalaya de Torrejalba continúa el recorrido junto al canal de Almazán, por la falda del cerro, cubierto de encinas y pinos. A medida que avanza, el camino se adentra en un valle más cerrado por donde se abre paso el río Duero, alternándose en el paisaje las fincas de labor con extensos bosques mediterráneos.
Un puente sobre el canal de Almazán permite acercarse hasta el río Duero, que en un meandro se une con el camino regalando una bonita estampa fluvial.
El Camino llega hasta la pequeña localidad de Valdespina, situada entre pequeñas laderas cubiertas de arbolado. A partir de aquí, y durante casi 6 kilómetros, el recorrido se realiza por la carretera que lleva a Viana de Duero. Al principio la carretera asciende serpenteando entre encinas (Quercus ilex), pinos negrales y rebollos (Quercus pyrenaica); y al llegar a la llanura una larga recta lleva hasta Viana de Duero. En el horizonte se contemplan dos torres o atalayas de vigilancia situadas sobre dos cerros que se levantan sobre el territorio circundante.
Al dejar atrás el caserío de Viana de Duero, el cual se bordea sin llegar a entrar en él, se toma el camino que sale por la derecha y que pasa junto a la fuente de Las Adobares, situada entre juncos, que aprovechan la humedad existente para medrar. El camino, agrícola y de buen firme, avanza entre terrenos agrícolas y bosquetes de pino y encina, en dirección a Almazán, aunque antes da un pequeño rodeo para visitar el pequeño pueblo de Baniel, que se encuentra prácticamente abandonado.
El último tramo antes de llegar Almazán vuelve a discurrir entre fincas,pasando junto a la planta de cogeneración de purines que aprovecha los residuos del ganado porcino para producir energía eléctrica.
El itinerario, antes de alcanzar un nudo de comunicaciones, llega hasta la carretera autonómica CL-101, la cual toma, para entrar en Almazán. Mientras se avanza, con mucha precaución por el tráfico existente, por el polígono industrial, una indicación señala que se debe abandonar la carretera para ir por una calle más tranquila.
La ruta entra en Almazán por su parte norte llevando hasta el Parque de las Islas, en las márgenes del río Duero. En este parque existe una laguna artificial donde se pasean coquetos cisnes y un gran bando de azulones.
El agradable paseo conduce hasta el puente medieval del siglo XII, construido en sillería y situado en el centro de la villa. Continúa por el mismo margen del río, observando de vez en cuando la muralla que cerraba la localidad, hasta llegar al final de la etapa, situado junto al parque de la Arboleda, un magnífico lugar donde poder descansar.
DÍA 2 DOMINGO 9 – ALMAZAN-SAN ESTEBAN DE GORMAZ 85KM
almazan – andaluz 28km
A medida que se va dejando atrás la localidad de Almazán el recorrido se va adentrando en el característico paisaje de la ribera del Duero, un mosaico compuesto por fincas agrícolas, pinares de pino negral, encinares y la inconfundible silueta del río Duero, definida por los altos chopos que crecen en sus orillas. No será difícil encontrar a lo largo del paseo bellos miradores sobre el río y los campos que lo rodean.
Situada a las orillas del río Duero, la villa de Almazán, punto de partida de esta etapa, es conocida por el conjunto artístico románico que alberga, con muestras tan sobresalientes como la Iglesia de San Miguel, el antiguo Convento de la Merced y el Palacio de los Hurtado de Mendoza, declarados Bienes de Interés Cultural; el recinto amurallado, que incluye la Puerta de Herreros, la Puerta del Mercado y la Puerta de la Villa; y la Plaza Mayor. Además del conjunto arquitectónico, los márgenes del río y parques ofrecen gran atractivo, siendo la Ronda del Duero y el Parque de la Arboleda lugares de ocio y paseo de los vecinos de la localidad.
La etapa comienza en el margen enfrente al parque de la Arboleda y el complejo deportivo municipal, al final del recinto amurallado de la localidad. Una pasarela peatonal permite atravesar el río Duero y acceder al parque de la Arboleda. Bajo las copas del frondoso arbolado del parque se deja atrás Almazán por el camino de Centera de Andaluz.
El camino de Centenera, inicialmente asfaltado, es un amplio y cómodo camino agrícola que permite hacer el recorrido con poco esfuerzo.
Durante toda la etapa nos encontramos en el Lugar de Interés Comunitario (LIC) “Río Duero y sus riberas”, dentro de la Red Natura 2000. Los chopos negros (Populus nigra), fresnos (Fraxinus angustifolia) y sauces blancos (Salix alba) que se alinean en las orillas del río Duero, así como la orla espinosa formada principalmente por espinos negros (Crataegus monogyna), endrinos (Prunus spinosa), zarzamoras (Rubus ulmifolius) y rosas silvestres (Rosa pouzinii, Rosa canina), motivaron su declaración.
Continuando el recorrido, tras dejar atrás varias naves ganaderas y poco antes de llegar a un pinar de pino rodeno o negral (Pinus pinaster), fácilmente identificable por la forma tortuosa de sus troncos y el oscuro color de su corteza, el camino se bifurca, debiéndose seguir por el camino principal, el de la derecha.
Un habitante frecuente de estos pinares es el azor común (Accipiter gentilis), un ave rapaz forestal que controla todo lo que sucede a su alrededor. Es un animal muy discreto y pasa fácilmente desapercibido, aunque deja un rastro inconfundible: los desplumaderos. Estos son los lugares donde se alimenta y es fácil encontrar las plumas de sus presas: palomas (Columba sp.), zorzales (Turdus sp.) o urracas (Pica pica).
Después de atravesar el pinar, el camino continúa por terrenos de vega, y se va acercando a una alineación de chopos y fresnos hasta confluir en un meandro del río Duero. En este lugar aparece una bifurcación, donde la señalización indica que se debe seguir por la izquierda, conduciendo el desvío de la derecha a Matute de Almazán. El camino asciende ligeramente y continúa paralelo al curso del río. Las vistas sobre el Duero son magníficas, sus aguas reposadas descienden flanqueadas por la vegetación riparia, existiendo en una curva del camino un pequeño saliente del terreno que, a modo de mirador natural, permite disfrutar del pausado avance del río.
Desde este punto el camino de Centenera de Andaluz continúa ahora por un terreno más árido, dominado por las fincas de labor agrícola, como el girasol, el trigo o la cebada, dando vista, a la derecha, al pequeño pueblo de Matute de Almazán. Tras dejar atrás un primer cruce, se debe girar en el siguiente a la izquierda, para ir de nuevo en busca del río Duero, pasando junto a una tenada de adobe y un pequeño bosquete de pinos.
Junto al río, las choperas de producción, cuyos árboles se disponen en perfecta alineación y aprovechan la proximidad de la capa freática y el frescor del río para crecer rápidamente, son los nuevos compañeros de viaje.
El recorrido vuelve a reencontrarse, en un pequeño puente, con el camino de Centenera de Andaluz. Después de cruzar el puente el camino se bifurca, tomando el situado más a la izquierda, bordeando una pequeña chopera y señalizado por una flecha direccional.
De nuevo el recorrido se adentra entre tierras de labor, con vistas a pequeños bosquecillos de pino negral, encina (Quercus ilex) y al bosque de ribera del Duero. Este es un lugar idóneo que eligen para vivir muchas especies de aves. En las fincas de cereal la codorniz (Coturnix coturnix) hace en el suelo sus nidos; alondras comunes (Alauda arvensis), calandrias comunes (Melanocorypha calandra) y cogujadas (Galerida cristata), corretean por estas tierras en busca de insectos y semillas; mientras que en los majanos de piedra las collalbas grises (Oenanthe oenanthe) encuentran unos magníficos posaderos.
La ruta continúa por el mismo camino sin tomar ninguno de los desvíos que surgen a los lados. En el paisaje se alternan encinas, pinos y campos de labor, el característico paisaje castellano a lo largo del valle del Duero. Antes de llegar a Centenera de Andaluz el camino gira a la derecha para tomar rumbo norte y entre huertas alcanzar esta pequeña localidad, que todavía conserva el sabor de su rico pasado.
A la salida de la población existe un pequeño lavadero y una fuente de cristalinas aguas, que serán bien acogidas en los calurosos días de verano para refrescarse.
La ruta sale hacia el suroeste hasta alcanzar una primera bifurcación, donde se gira hacia la derecha (oeste), entre campos de labor. A unos 800 metros el camino vuelve a ramificarse, tomando en esta ocasión el que parte hacia la izquierda, de nuevo dirección suroeste. En el horizonte se alternan encinas, cultivos de cereal y las primeras fincas de regadío, donde en los últimos años se cultiva esparceta.
El camino termina en un cruce donde una señal indica que se debe seguir hacia la derecha, en dirección al pago de La Cerradilla, lugar donde el río Duero ha ido socavando una ladera arcillosa, creando un gran barranco de fuerte pendiente.
Las tierras rojizas contrastan con los diferentes verdes y grises de la vegetación que acompaña al río. Al fondo se adivina la localidad de Andaluz, final de la etapa y situada a la salida de La Hoz, un pequeño desfiladero calcáreo. Un suave descenso conduce hasta la localidad, donde destaca la iglesia de origen románico de San Miguel Arcángel.
Información adicional
Almazán
Situado en la frontera del Duero en la época de la Reconquista, Almazán fue fortificada durante el siglo X por el califa cordobés Abderramán III, que tenía instalado su cuartel general en la cercana población de Medinaceli.
En el 1098 la villa pasa a manos de rey aragonés Alfonso VI, quien le otorga fueros y leyes. En 1121, como consecuencia del concilio de Burgos, Almazán pasó a depender del Obispado de Sigüenza. Numerosos enfrentamientos entre castellanos y aragoneses, así como el progresivo avance de la frontera cristiana, produjo una gran merma en la población de esta zona del Duero. Ello supuso que, a finales del siglo XIII y a principios del XIV, la vecindad de Almazán hubiese quedado tan menguada por las importantes migraciones hacia las tierras más ricas del sur, que se tuvieron que demandar a los reyes privilegios y dispensas que propiciasen y favoreciesen el aumento de población. En 1375 se firmaron en Almazán las paces entre Castilla y Aragón. Una de las principales condiciones de este acuerdo fue el concierto de matrimonio entre la infanta Leonor, hija del rey aragonés, con el infante Don Juan de Castilla, lo que supuso el primer paso hacia la futura unión de los dos reinos. Situado en la frontera del Duero, Andaluz fue un lugar estratégico en la alta Edad Media, protagonista de numerosas escaramuzas con los musulmanes.
Andaluz-gormaz 22km
Gran parte de la etapa discurre por los pinares de pino rodeno que ocupan el centro de la provincia de Soria y que se extienden por las terrazas fluviales y suelos arenosos hasta el norte del río Duero. En el tramo final, la etapa discurre junto al río para llegar juntos hasta la localidad de Gormaz, situada al pie de su impresionante fortaleza califal, que se eleva en un gran cerro que domina toda la comarca.
Partiendo desde el puente sobre río Andaluz, en la localidad de igual nombre, se toma durante unos metros la carretera SO-102 en dirección sur, hacia la galería de árboles que marcan por dónde está el río.
Antes de llegar al puente romano sobre el río Duero, que bien merece verlo, se gira a la derecha para tomar una pista forestal, conocida como el camino de Andaluz. A la derecha se dejan cientos de sabinas (Juniperus thurifera), que crecen en las ásperas y empinadas laderas calizas que bajan hasta la fértil vega del río Duero, dedicada a la agricultura. Las sabinas, en la zona llamadas enebros, poseen una madera muy olorosa e imputrescible, tradicionalmente usada para hacer muebles de calidad.
En el paisaje se alternan con pinares de pino rodeno, negral o resinero (Pinus pinaster), pudiéndose observar en todos ellos unas enormes cicatrices en sus troncos, resultado de la resinación.
El Camino continúa y llega hasta el refugio de Canturrial, una pequeña cabaña de piedra con chimenea, alrededor de la cual hay bancos y mesas. Sin duda es un buen lugar para descansar y reponer fuerzas. Los campos de cereal salpicados de plantaciones de girasol junto con el pinar conforman el paisaje típico de la zona. Se continúa recorrido por una zona más boscosa hasta llegar a la carretera que lleva a Tajuelo, donde el camino gira a la izquierda y, durante unos 300 metros, discurre paralelo a la carretera por un arenoso cortafuegos. En ese momento gira de nuevo a la derecha, tomando una vía que se introduce en un denso pinar.
Unos metros más adelante aparece un área recreativa dotada de numerosas mesas, barbacoas, una fuente y un refugio. Una nueva oportunidad para hacer un alto en el camino.
La ruta continúa por el pinar que, como los de toda esta zona, crece sobre arenas de origen aluvial, producidas por los arrastres de los ríos. Este tipo de suelo limita mucho la flora existente, debido a que pocas especies son capaces de vivir sobre estos terrenos arenosos, como también es el caso de la jara pringosa (Cistus ladanifer).
En algunos pinos es posible observar una especie bolas de acículas, son las escobas de bruja, producidas por un hongo que hace que las células de los árboles se reproduzcan a mayor velocidad, causando sobredesarrollo del sistema acicular.
A la salida del pinar aparece, junto al camino y en el límite con las tierras agrícolas, un enorme ejemplar de pino piñonero (Pinus pinea) que merece la pena contemplar.
El camino llega hasta las proximidades de Bayubas de Abajo, donde sigue la carretera en los últimos metros antes de llegar al pueblo. La ruta atraviesa la localidad y sale por su parte sur, siguiendo el curso del río Bayubas. El paisaje en este tramo es un verdadero mosaico formado por tierras de labor, choperas (Populus sp.) de producción y terrenos forestales donde se mezclan sabinas, pinos negrales y jaras pringosas.
Cruzado el río Bayubas y avanzando de forma paralela a su curso, el itinerario llega a una bifurcación, punto donde toma el camino de la derecha. No muy lejos, en un pequeño bosquete de pinos, se encuentra el área recreativa del Canterillo, donde se dispone de barbacoas, mesas y una fuente. Las sabinas y las jaras poco a poco van dominando el paisaje.
El recorrido llega hasta la carretera SO-116, la cual se cruza con precaución y se continúa por la vía forestal de Roza de la Aguilera, que se interna en el pequeño desfiladero de La Hoz, flanqueado por cortados calizos donde la sabina es la única especie capaz de sobrevivir en este suelo tan pedregoso.
Al otro lado existen varias tenadas y apriscos, sitios donde se recogían los rebaños por la noche, en estado ruinoso, testigos mudos del abandono de las prácticas ganaderas tradicionales.
El camino atraviesa un zona de pinos negrales, pudiéndose observar en algún árbol seco los agujeros que hace el pico picapinos en busca de alimento y refugio.
Al llegar a una chopera de producción se gira a la derecha, haciendo un ángulo recto, para entrar de nuevo en el pinar por el denominado camino a Berlangas de Duero. Se pasa por una zona donde la densidad de pinos es muy escasa, con ejemplares de gran tamaño y mucho matorral de jara, resultado de un aprovechamiento de madera, donde se han dejado los mejores y más grandes pies para que repueblen de nuevo la zona, los llamados ‘árboles padre’.
Más adelante el camino gira de forma brusca a la izquierda y continúa por la zona con pocos pinos, mientras que el sendero GR-86, que compartía este tramo de recorrido, sigue recto.
Las revueltas en el camino se suceden a través del pinar, antiguamente resinado. Durante un tramo discurre paralelo a una vía férrea en desuso, con vegetación invadiendo la vía, que más adelante se debe cruzar, para salir del pinar y entrar en terreno dedicado a la agricultura.
El último tramo se realiza con la bella imagen de la silueta de la fortaleza califal de Gormaz en el horizonte, situada sobre un gran promontorio desde donde se domina todo el territorio circundante. Esta referencia sirve para calcular la distancia restante hasta el final de etapa.
En esta zona no será difícil observar corzos (Capreolus capreolus) o jabalíes (Sus scrofa), que aprovechan el bosque como refugio y abrigo, y los terrenos de labor para alimentarse.
El recorrido atraviesa los campos para volver junto a un viejo conocido, el río Duero, cuyas riberas con multitud de especies arbóreas, arbustivas y acuáticas, han sido declaradas Lugar de Interés Comunitario dentro de la Red Natura 2000. La ruta gira a la derecha para tomar rumbo hacia Gormaz, siguiendo su curso.
En la mitad de un meandro el Camino se separa del río, gira a la derecha y se introduce entre cultivos de regadío y secano hasta unas granjas, punto donde se gira a la izquierda para caminar entre monte de sabina y terrenos de labor, con la fortaleza enfrente. El recorrido sigue hasta llegar al área recreativa de Fuentes Grandes que, situada junto al río Duero y con numerosas mesas y bancos y suelo empradizado, es un magnífico lugar donde detenerse un instante para contemplar el río y beber del agua del manantial que brota en el suelo. A escasamente 1,5 kilómetros se encuentra la pequeña población de Gormaz, situada bajo la atenta mirada de las ruinas de la fortaleza califal y punto final de la etapa.
El aprovechamiento tradicional de la resina
El hombre lleva aprovechando desde muy antiguo la resina o miera, como se denomina una vez que ha salido del árbol, que se obtiene de los pinos, principalmente del pino negral o resinero, apareciendo referencias a su uso incluso en la Biblia.
La resina se usaba, entre otras cosas, para el calafateo (impermeabilización) de los barcos o de pellejos que contenían líquidos, como las botas de vino. Por su destilación se obtiene el aguarrás (trementina) y la colofonia, utilizada en perfumería y en la composición de ungüentos, colas de pegar y, por ejemplo, en la composición de la goma de mascar.
Originariamente, se extraía la miera de los tocones o trozos de madera por medio de una combustión sin llama, en un proceso parecido al de la obtención del carbón vegetal, en pegueras u hornos de resina. Sin embargo, a partir de la mitad del siglo XIX comenzó a extraerse directamente del árbol vivo por medio de la realización de heridas que “sangraban” resina, sin causar la muerte del árbol. Esta resina se recogía mediante potes, parecidos a macetas, que todavía hoy pueden verse por nuestros montes y que han pasado a ser elementos de decoración de muchas casas.
La resina fue fuente importantísima de ingresos y mano de obra hasta la década de los años 60-70, que dejó de ser rentable con la aparición de productos importados y la expansión de productos químicos artificiales, teniendo en la actualidad un carácter meramente testimonial o etnográfico.
La resinación ha marcado el paisaje de gran parte de la comarca, al verse favorecido el pino resinero y aparecer éstos con las características heridas a lo largo de sus troncos, que en la actualidad persisten con los bordes en proceso de cicatrización.
gormaz-san esteban de gormaz 34km
A la sombra de la imponente fortaleza califal de Gormaz comienza esta etapa, que discurre inicialmente entre sabinas y encinas; y donde comenzarán a aparecer los almendros y los viñedos, que acompañarán durante gran parte del viaje al río Duero. Se entra en el territorio de la Denominación de Origen de los vinos de la Ribera del Duero, que tanta fama han dado a estas tierras a nivel mundial.
Después de recorrer y atravesar la pequeña población de Gormaz, se asciende por la carretera que da acceso a la fortaleza califal, dando vista a campos y eriales, surcados por el Duero, y a las sabinas (Juniperus thurifera) que cubren las laderas.
Tras pasar junto a la ermita románica de San Miguel (s. XI-XII), se toma un camino que rodea el cerro sobre el que se asienta el baluarte. El paseo alrededor de la fortaleza regala unas impresionantes vistas y panorámicas, poniendo de manifiesto todo el esplendor que debió tener en el pasado, con un paisaje que combina campos de girasol y cereal con eriales donde la sabina empieza a colonizar terrenos pastoreados durante siglos.
El recorrido continúa entre sabinas y conduce hasta una carretera, la SO-160, junto a la cual se debe caminar con precaución durante unos 2,5 kilómetros. En este tramo se vuelve a ver pino resinero o negral (Pinus pinaster) con jaras (Cistus ladanifer), que pone de manifiesto un cambio de suelo: de margas y calizas a arenas y cantos de río.
En una curva de la carretera, frente a un poblado de casas (la Granja El Enebral), se abandona ésta para tomar el camino que sale por la izquierda, donde es fácil que se pueda ver a algunos de los numerosos rabilargos (Cyanopica cyanus) que pueblan la zona.
La ruta continúa entre tierras agrícolas, sabinas, encinas (Quercus ilex), ruinas de tenadas y torres vigía o atalayas, que en adelante jalonarán el recorrido. Estas construcciones son resultado de la reestructuración de la frontera del Duero que ordenó el primer califa andaluz, Abderramán III, para proteger los pasos que daban acceso a la cuenca del Ebro y al Sistema Central. Para ello organizó una frontera basada en un alineamiento de atalayas que mantenían comunicación permanente entre ellas mediante contacto visual.
A medida que se avanza, las sabinas van desapareciendo y la encina se adueña del paisaje, acompañada de jaras y cantueso (Lavandula stoechas), creando un lugar idóneo para la apicultura, tal como muestran los colmenares que aparecen a lo largo del recorrido.
El itinerario va girando poco a poco hacia el norte, en busca del pueblo de La Olmeda. Tras pasar la antigua vía férrea abandonada de Valladolid-Ariza, el camino se vuelve más ancho y, a la izquierda, se ve la perfecta alineación del bosque de ribera del río Ucero, afluente del Duero.
Siguiendo por eriales, un yacimiento de áridos y plantaciones de chopo (Populus alba), se llega a La Olmeda. En esta población existe gran número de construcciones de madera y adobe, la mayoría en ruina. El adobe es un material de construcción formado por una masa de barro mezclado con paja, antiguamente muy utilizado en los territorios donde no había piedra o roca para mampostería. Otra curiosidad que puede observarse en La Olmeda es el suelo de las fincas que rodean la población, formado por cantos de río para evitar que se levantase polvo durante la trilla.
Tras dejar esta localidad el trayecto continúa por un pastizal aprovechado por ganado vacuno estabulado, en busca del bosque de ribera del río Ucero, protegido por una densa orla espinosa de zarzas (Rubus sp.) y escaramujos (Rosa canina), donde juguetean los papamoscas grises (Muscicapa striata). Al fondo, sobre los páramos calizos, se observan nuevas torres vigía. Un poco más adelante el recorrido gira a la izquierda en una bifurcación, para seguir por terrenos baldíos colonizados por rosales silvestres.
A medida que se avanza se comienzan a ver almendros (Prunus dulcis), prueba de que se está en una zona más térmica, y viñedos, señal de que se está llegando a la Denominación de Origen de los vinos de la Ribera del Duero.
Eriales, viñedos, girasoles, almendros y un pequeño pinar de pino resinero acompañan el camino hasta el área recreativa de Ucero, situada al final de un pequeño desfiladero que conduce hasta la población de El Burgo de Osma, donde se puede realizar un merecido descanso. En las cercanías se sitúan los restos de la ciudad celtíbera de Uxama. Un paseo peatonal permite ir desde esta área recreativa hasta El Burgo de Osma.
La ruta continúa cruzando el puente sobre el río Ucero y girando a la izquierda para transitar unos pocos metros por la carretera, pasando junto a las ruinas de una antigua central hidroeléctrica. En el primer cruce que aparece toma la carretera de la derecha, para girar a continuación a la izquierda y tomar un camino agrícola. En este tramo la ruta coincide con el Camino del Cid.
Se avanza entre cultivos de cereal y viñedos, paisaje roto por sabinas que crecen de forma dispersa en los ribazos, nogales (Juglans regia) o tenadas semiderruidas. Al ascender a un pequeño alto en el camino y cambiar de dirección se observa, por encima de la llanura castellana, la Sierra de Ayllón. Más adelante el recorrido pasa junto a una ladera arcillosa con afloramientos calizos, fuertemente erosionada, donde sólo es capaz de vivir la sabina, que forma un bosquete no muy denso.
Tras dejar atrás el sabinar, el recorrido llega a un cruce donde se gira a la izquierda rumbo sur, quedando de frente la Sierra de Ayllón. En un suave descenso entre fincas se llega a Pedraja de San Esteban, población alrededor de la cual hay varios palomares, situados en las laderas más cercanas al pueblo, que cierran la vega del río Duero.
Los palomares son una muestra del ingenio de las personas del medio rural. Construidos en adobe o piedra y generalmente de forma circular, con tres muros interiores concéntricos y nidos excavados en los muros para la cría de los pichones, los construían en el mismo lugar donde de forma natural se posaban los bandos de palomas.
El camino desemboca en una carretera local que permite cruzar el pueblo y continuar por ella la ruta. Se observa en la ladera la existencia de bodegas donde, durante siglos, se ha producido la fermentación del vino.
Se pasa un puente y se gira a la izquierda, continuando por un camino agrícola a lo largo de la vega del río Duero, cuyo arbolado delata su curso, dejando a la derecha eriales y pequeños cortados calizos.
Siguiendo el camino aparecen las choperas de producción, chopos negros (Populus nigra) y álamos blancos, configurando un bonito paseo ribereño que conduce hasta San Esteban de Gormaz.
Un área recreativa, un embarcadero donde es posible acceder al río Duero y practicar piragüismo, o la playa fluvial de La Rambla son algunos de los atractivos que se encuentran antes de entrar en San Esteban de Gormaz. Población que recibe el final de la etapa y bien merece un paseo para visitar sus calles y monumentos, como la iglesia románica de San Miguel o el castillo medieval.
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La fortaleza califal de Gormaz
La fortaleza califal de Gormaz está situada en el cerro de planta alargada, atalaya natural, que puede verse desde gran distancia en la llanura soriana. Declarada Monumento Nacional en 1931, es uno de los más los grandes exponentes de la reconquista de la frontera del Duero.
La fortaleza fue mandada construir entre los años 956 a 966 sobre los restos de un anterior castillo.
Fue, en el siglo X, origen y bastión de numerosas razias o ataques de las tropas musulmanas sobre las tierras cristianas del norte del Duero. Su aspecto imponente suponía una amenaza constante para las poblaciones cristianas que trataban de asentarse en la zona.
El bastión está construido, casi en su totalidad, por sillares labrados; y cuenta con dos zonas diferenciadas, separadas por un foso: el alcázar y el recinto amurallado.
El recinto amurallado tiene aproximadamente 1.200 metros de perímetro, con lienzos de 10 metros de altura y cuenta con 26 torres, la mayoría rectangulares y, las de la muralla, macizas hasta el primer piso. Era el lugar donde se asentaba la tropa, las caballerizas, los almacenes y una alberca para el agua de grandes dimensiones excavada en la roca.
En el 975 el conde Garci Fernández, aliado con Sancho de Pamplona y Ramiro III de León, fue incapaz de tomar el castillo tras un largo asedio y sufrió una humillante derrota al ser atacado por el ejército de Galib que llegó al rescate. Sin embargo, entre 978 y 981 se consiguió apoderarse de Gormaz, aunque volvió a ser recuperado por Almanzor en 983. Hubo que esperar hasta 1060 para que fuera arrebatado definitivamente para los cristianos por Fernando I, Conde de Castilla.
Los sabinares
Los sabinares de sabina albar son considerados relictos testimoniales de los bosques esteparios pre-glaciales que tuvieron su esplendor en períodos más áridos que los actuales.
Esta herencia esteparia confiere a la sabina albar una gran capacidad de sobrevivir a las bajas temperaturas invernales y a las sequías estivales, por lo que las principales masas arbóreas se pueden encontrar actualmente en zonas con un duro clima continental.
La sabina es un árbol que se caracteriza por tener forma cónica, ser resinoso y siempre verde, generalmente de mediana talla, aunque los ejemplares más antiguos pueden llegar a alcanzar los 20 metros de altura, que forman bosques más o menos abiertos.
Su origen se remonta al terciario, hace a aproximadamente 80 millones de años, cuando las condiciones tropicales que afectaban al Mediterráneo fueron desapareciendo. Así, debió expandirse de forma amplia y uniforme por todo el territorio antes de la elevación de los grandes sistemas montañosos africanos y europeos. Durante el cuaternario, su área de distribución se redujo mucho, por lo que estos bosques son muy valiosos debido a su condición de enclaves relícticos.
Otras especies vegetales que se pueden encontrar acompañando a la sabina son: la encina, el quejigo (Quercus faginea), el pino resinero, el pino albar (Pinus sylvestris), el pino laricio (Pinus nigra), el rebollo (Quercus pyrenaica), la aulaga o aliaga (Genista scorpius), el tomillo (Thymus sp.), el enebro (Juniperus communis), etc.
DÍA 3 LUNES 10 – SAN ESTEBAN DE GORMAZ-ARANDA DEL DUERO 55KM
San esteban de gormaz – lnaga de Duero 22km
Desde el nacimiento del río Duero el Camino discurre cerca de la corriente pero, si algo es característico de esta etapa, es que a lo largo de todo su recorrido transita por el interior de su bosque de ribera, junto a sus remansas. Esto permite disfrutar de la biodiversidad y tranquilidad de estos verdaderos corredores verdes, donde el canto de las aves acompaña a lo largo de todo el paseo.
a salida de San Esteban de Gormaz se realiza a lo largo de la avenida de Valladolid, hasta alcanzar el polígono industrial de la localidad, lugar donde un pequeño camino entre casas permite alcanzar la ribera del río.
Un paseo naturalizado y empradizado permite recorrer cómodamente los primeros tramos, mientras las copas de los chopos (Populus nigra) se cierran sobre el río Duero, ofreciendo una plácida sombra.
El recorrido atraviesa algún cruce, donde aparecen caminos que vienen de las fértiles tierras de labor de la vega, de los que siempre continúa recto, siguiendo el curso del río y la perfecta alineación de arbolado que lo persigue a lo largo de todo su trayecto.
El soto y las márgenes de los ríos dan lugar a un tipo de vegetación muy singular, donde son frecuentes especies como el aliso (Alnus glutinosa), el chopo negro, el sauce (Salix sp.), el fresno (Fraxinus angustifolia) o el álamo blanco (Populus alba), que van formando los bosques de ribera o de galería.
La presencia de alguna chopera de producción es el único elemento que rompe la homogeneidad de la ruta, y sólo un poco antes de llegar a Langa de Duero se toma un amplio camino agrícola que conduce hasta el final de etapa, en dicha localidad.
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Bosque de ribera
Las comunidades vegetales que pueblan las orillas de los cursos de agua presentan unas características peculiares, adaptadas al medio en que prosperan. Son las denominadas plantas ripícolas o de ribera, y constituyen un tipo de formación llamada bosque ripario, de ribera o en galería, formación en orla que sigue el curso de un río en ambas márgenes.
Las plantas que constituyen esta formación tienen una disposición especial en función de la disponibilidad hídrica en el suelo. Así, los bosques de ribera suelen estar formados por tres bandas paralelas al margen del cauce: la primera está formada por especies que pueden vivir en contacto con el agua, como los sauces y alisos; la segunda es una zona de inundación frecuente, donde se localizan fresnos, chopos y álamos; y la tercera banda, correspondiente a la de máxima avenida, poblada generalmente por avellanos (Corylus avellana), tilos (Tilia plathyphyllos), cerezos (Prunus avium) y olmos (Ulmus minor).
Las funciones de estas formaciones riparias son muy importantes desde el punto de vista ecológico, paisajístico, recreativo y cultural. Son especialmente significativos por la fauna que acogen, que encuentra en este tipo de formación las condiciones necesarias para vivir. Entre los mamíferos ligados al medio acuático destacan la nutria (Lutra lutra) o el turón (Mustela putorius); y entre la gran comunidad de aves que acogen, el mirlo acuático (Cinclus cinclus), el martín pescador (Alcedo atthis) o el ruiseñor común (Luscinia megarhynchos) son especies condicionadas a la presencia de cursos fluviales.
Castillo del Cubo
Situado en una pequeña muela repleta de subterráneos sobre la localidad de Langa de Duero, se alza el Castillo del Cubo. El castillo de Langa se data hacia el siglo XIV o XV, y fue de una importancia clave en la defensa de la frontera del Duero durante las luchas entre musulmanes y cristianos, al igual que otras poblaciones próximas como Alcozar, San Esteban de Gormaz o Gormaz.
A finales del siglo XI, Alfonso VI de Castilla entregó la villa a Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, pero no consta que hubiera por aquel entonces ningún castillo en Langa.
Los restos de la torre que hoy pueden verse son el único testigo del pequeño castillo de defensa del puente medieval de 12 arcos sobre el Duero. Se trata de una torre cuadrada de 12 metros de lado, 20 metros de altura y muros de casi 2 metros de grosor. Cuenta con tres pisos, donde aún pueden verse en buen estado parte de las almenas, algunas con aspilleras alargadas.
Al lado de la torre puede verse un aljibe trapezoidal rupestre, así como restos de un recinto defensivo. Los pasadizos subterráneos, hoy cegados, servían de alojamiento de la tropa, de caballerizas o de graneros.
langa de Duero-aranda de Duero 33km
La etapa esconde una de las más curiosas formaciones que se pueden encontrar cerca del Duero, las chimeneas de hadas. Las pequeñas sendas junto al río Duero y su bosque de ribera, lugar propicio para que duendes y gnomos encuentren escondite, otorgan a la etapa un gran encanto.
Aranda de Duero, la gran población ribereña del sur de Burgos, es el final de etapa. Sin duda, una excelente ocasión para poder disfrutar del lechazo asado, plato célebre de la localidad, que le ha llevado a ser la sede del Consejo Regulador de la Indicación Geográfica Protegida Lechazo de Castilla y León.
Situado a las afueras de Langa de Duero, junto a las piscinas municipales y el puente renacentista de Langa de Duero, está el panel que recoge los datos más importantes de esta etapa y marca su punto de inicio. Tras encaminar los primeros pasos sobre el puente, se gira a la derecha y se continúa por carretera un tramo de 550 m, para girar a la derecha de nuevo y tomar un camino agrícola, debidamente señalizado y compartido con la ruta del Camino del Cid.
El Camino discurre por la vega del río Duero, donde las numerosas huertas existentes, que dan fama a la localidad de Langa, comparten espacio con fincas de cereal, cártamo, choperas, girasoles y frutales. En las laderas se aprecia cómo las sabinas (Juniperus thurifera) van colonizando el terreno.
El Camino llega a una bifurcación donde se toma la derecha, que continúa por la vega del río Duero. El verdor del soto serpenteante de la ribera se extiende también por las laderas a las que se acerca el sendero, conduciendo hasta el pie de unas interesantes rocas naturales, las “chimeneas de hadas”. Estas curiosas formaciones tienen su origen en un fenómeno geológico ocasionado por el agua. De forma general, la acción del agua descendiendo por una ladera orada el terreno formando cárcavas. Si en el terreno hay alguna roca que el agua no puede arrastrar, la cárcava puede modelarse de forma singular, adoptando estas caprichosas formas.
Siguiendo la ruta se aprecia cómo en el soto se mezclan chopos (Populus nigra) con sabinas, un curioso bosque mixto que se da en la ribera del Duero burgalesa, mientras que las fincas de labor se alternan con otras abandonadas donde crecen rosales (Rosa sp.), salvias (Salvia sp.), sabinas y chopos.
El recorrido continúa hasta un cruce, convenientemente señalizada, donde se toma una pequeña senda que discurre paralela al río Duero, percibiendo al caminar la quietud y sosiego del correr del agua entre los carrizos (Phragmites australis), junqueras y pequeñas arboledas, armonizado por el canto de carboneros (Parus major), herrerillos (Parus caeruleus), mirlos (Turdus merula) o jilgueros (Carduelis carduelis). Una pequeña área recreativa permite disfrutar de este entorno.
Al llegar al pago de El Quemado, una repoblación de pino resinero (Pinus pinaster) y pino piñonero (Pinus pinea) sustituye en la vega al bosque ribereño. En un meandro del río se aprecia en la otra orilla la localidad de Zuzones, que se alza sobre el río.
Más adelante la senda regresa al camino principal, conocido como del Quemado, y continúa con dirección noroeste. Al llegar a la altura de un azud en el río se toma de nuevo un sendero que se interna entre pinos piñoneros y que sigue junto al río Duero. El área de descanso de La Vid permite hacer un nuevo alto del camino.
El sendero regresa junto a la tapia de piedra que rodea los terrenos del Monasterio, y conduce rápidamente hasta la entrada al monasterio de Santa María de La Vid y a la población de La Vid. El recorrido deja atrás el pueblo, en cuyo interior hay otra área recreativa y una fuente de agua potable, y cruza bajo un paso subterráneo la carretera N-122, que une Valladolid y Soria, para atravesar una pradera antes de entrar de nuevo en un bosque de ribera, con presencia de chopos y sabinas.
Una serie de revueltas ascienden hasta Guma, una pequeña población que se asienta en un alto sobre el Duero. Desde un mirador se puede observar un azud en el río, que desvía parte del caudal hasta el Canal de Guma que permite regar las tierras de la zona.
A la salida de Guma el recorrido cruza sobre el canal y con rumbo suroeste avanza entre cultivos de cereal, viñedos y maizales, regados con el agua del canal. En esta zona hay que prestar especial atención a la señalización existente, puesto que los cambios a izquierda y derecha se suceden continuamente.
El camino avanza entre maizales hasta llegar otra vez hasta las proximidades del río Duero. Un pequeño sendero se abre paso junto al exuberante bosque de ribera que flanquea sus orillas, de un elevado valor ecológico y paisajístico. El dosel arbóreo, que llega a superar alturas de 20 m, está compuesto por chopos, álamos (Populus alba) sauces (Salix sp.), olmos (Ulmus sp.), frenos (Fraxinus sp.) y alisos (Alnus glutinosa), y junto al cauce se desarrolla también un estrato herbáceo muy rico compuesto por espadañas, carrizos, juncos y gladiolos. En su interior se refugia una gran variedad de avifauna, como zorzales comunes (Turdus philomelos), mosquiteros comunes (Phylloscopus collybita), garzas reales (Ardea cinerea), ánades (Anas platyrhynchos) y fochas (Fulica atra).
La senda alcanza el área recreativa de Vadocondes, situada junto a la fuente de Puenteseco, donde las mesas existentes invitan a hacer una nueva parada. Se atraviesa la localidad de Vadocondes por su calle principal hasta salir de ella por el puente que cruza el río Duero. La historia de la villa está totalmente ligada a este río y fue declarada Conjunto Histórico en 2008.
Nada más cruzar, el camino gira a la izquierda para seguir por la orilla derecha del río y pasar bajo un bonito puente de hierro de la línea férrea Valladolid-Ariza, ya en desuso. En una primera bifurcación se toma el ramal de la izquierda y, en la siguiente, el de la derecha. A medida que se avanza en el paisaje se van alternando girasoles, patatas y cereal, que aprovechan la excelente vega existente para ofrecer copiosas cosechas.
Siguiendo la señalización el Camino alcanza el monte de La Calabaza, un bosque situado en las afueras de Aranda de Duero, donde encinas y pinos resineros forman un denso bosque mediterráneo aprovechado por los arandinos para la práctica de deporte y como lugar de paseo.
Con dirección oeste, siguiendo el límite del monte La Calabaza y el canal de Guma, que discurre también por esta zona, la ruta va en busca del final de etapa, no sin antes pasar junto a la ermita de San Isidro, donde comienza un tramo de camino asfaltado.
Los terrenos de labor sustituyen al arbolado, que se deja atrás, y en el segundo camino que se encuentra a la izquierda se gira para ir en busca otra vez del río Duero.
Cuando se llega junto al río, donde sus aguas han modelado un marcado meandro, el camino gira a la derecha, entre fincas de labor, salpicadas de choperas, aunque a medida que se avanza el paisaje se va viendo alterado y son las huertas y las fincas de recreo y piscinas las que lo monopolizan. En una bifurcación, entre chopos, la ruta toma el camino de la izquierda.
El ancho y cómodo camino de Navafrías o de La Colonia permite llegar rápidamente a Aranda de Duero por el puente Conchuela. Un paseo a lo largo del parque de La Isla, situado a orillas del río Duero, es el colofón final a la etapa.
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Monasterio de Santa María de la Vid
El monasterio, declarado Bien de Interés Cultural, es una de las abadías de mayor importancia de Castilla durante la Edad Media, con mezcla de aires premonstratenses y agustinos.
Los primeros abades premonstratenses llegaron en torno al año 1140, tras la pacificación por la retirada de los musulmanes “más allá del Duero”, y permanecieron hasta la exclaustración de 1835, dejando el monasterio abandonado. En 1865 los monjes agustinos se asentaron definitivamente en él hasta nuestros días.
En el interior del monasterio se esconde una biblioteca con ejemplares de gran interés. Entre los fondos existentes destaca la presencia de manuscritos e incunables.
Entre los manuscritos hay documentos reales, eclesiásticos y privados, que van desde el siglo XIV al XVIII. A éstos se añaden diversos libros manuscritos de tipo literario, científico, histórico, desde el siglo XII al XVIII; y sermonarios, apuntes históricos y de lenguas orientales, principalmente del siglo XIX.
Entre ellos sobresale un Corán manuscrito sobre pergamino del año 528 de la Hégira, es decir, el año 1134 de nuestra era cristiana, realizado con oro y tintas de diferentes colores azul, rojo, negro, verde.
Además, la biblioteca presenta 22 incunables identificados y catalogados, de los cuales 8 de ellos fueron impresos antes de 1490, y 6 son ejemplares únicos en bibliotecas españolas.
DÍA 4 MARTES 11 ARANDA DEL DUERO-PEÑAFIEL 52 KM
Aranda-roa 28km
La etapa recorre la zona vitivinícola más representativa de la Ribera del Duero Burgalesa, así como la zona en la que el cordero lechal supone la máxima expresión de la gastronomía, motivos por lo que, entre otras cosas, es nacionalmente conocida esta tierra.
En pleno corazón de Aranda de Duero, en el parque fluvial junto al río, comienza el tramo que atraviesa la mayor parte de la Ribera del Duero burgalesa. Después de cruzar la corriente por una pasarela, la ruta toma un magnífico paseo que sigue el curso de las tranquilas y remansadas aguas.
El sendero encajonado y en un continuo serpenteo, que sirve también como acceso peatonal al polígono industrial Allende Duero, ofrece numerosos bancos para el descanso y está delimitado de talanqueras que protegen ante una ocasional caída al río y ofrecen un magnífico apoyo para la contemplación del río, su vegetación y su fauna.
El Camino abandona el encajonamiento a la altura de la E.D.A.R. de Aranda de Duero, momento en que las aguas tomadas prestadas al río por el hombre son devueltas tras su tratamiento.
El recorrido continúa por un recto y cómodo camino agrícola que discurre paralelo al Duero. Las fábricas y la humanización, propias de una ciudad de las dimensiones de Aranda de Duero, comienzan a quedar atrás; y rápidamente el paisaje comienza a teñirse de colores cambiantes según la época del año. Verdes y amarillos ofrecen los campos de cereal, añadiendo los viñedos el marrón en la época otoñal.
Al llegar a un cruce con otro camino agrícola la ruta gira a la izquierda, atravesando unos metros más adelante la vía férrea abandonada Valladolid-Ariza y la carretera que conduce a Roa. En este trecho se debe extremar la precaución por el elevado tráfico de vehículos.
En el primer cruce que se encuentra la ruta gira a la derecha, tomando dirección oeste, para girar de nuevo en otro cruce esta vez a la izquierda y encaminarse hacia el Canal de Riaza, una obra hidráulica realizada para poder abastecer de agua a los cultivos de regadío de la zona. Este canal tiene su origen en el Pantano de Linares y fue puesto en servicio en 1945, si bien se ha modernizado recientemente para implantar el riego a presión.
Después de cruzar el canal, el recorrido gira a la derecha y, a continuación, a la izquierda para alcanzar la población de Castrillo de la Vega, en cuyas eras se pueden observar numerosos aperos agrícolas. En esta localidad se puede observar una colina horadada en múltiples puntos por bodegas, que hablan de la tradición vinícola de esta tierra, que son utilizadas de manera testimonial.
La ruta cruza Castrillo de la Vega en sentido descendente, llegando hasta las huertas situadas en su parte oeste, que se van convirtiendo en cereal y frutales a medida que va dejando atrás el pueblo.
Poco a poco, el recorrido, que discurre con dirección noroeste, se acerca otra vez al río, pasando por choperas (Populus sp.) de producción de madera y manchas de pino piñonero (Pinus pinea) y encina (Quercus ilex), vegetación autóctona de la zona. La señalización permite en todo momento seguir la ruta sin dificultad, entre la densa red de caminos agrícolas y los continuos giros que se producen.
La etapa va encontrando, a partir de su kilómetro 13, antiguas zonas de extracción de áridos cuya recuperación ha traído la creación de diversas lagunas. Éstas se encuentran en diferentes fases de colonización, lo que nos da una magnífica oportunidad para la observación de especies animales y vegetales asociadas al agua. Especialmente albergan una rica comunidad de aves, migratorias en su mayoría, que utilizan estas pequeñas charcas como lugar de reposo.
El camino discurre entre retazos de vegetación arbórea y tierras de labor, principalmente de secano, hasta incorporarse a la carretera BU- 120, de Aranda de Duero a Roa, durante un pequeño trecho, para desembocar a Berlangas de Roa. A la entrada de la localidad, a la derecha, existe una zona de descanso que ofrece sombra, y una fuente algo más adelante, a la izquierda de la calzada, ya dentro del casco urbano.
La carretera atraviesa el pueblo en su totalidad y, a su salida, el recorrido toma la primera pista que sale a la derecha, que pasa junto a una bodega y sus viñedos, ofreciendo diferentes tonalidades y texturas a lo largo del año: grises y marrones en invierno, con terrenos y vides desnudos, verdes claros y oscuros en primavera y verano, y amarillos y rojizos en otoño.
Al dejar atrás los viñedos el trayecto alcanza la ribera del río Riaza, cubierta por una densa vegetación. El camino descubre un puente de piedra, que apenas se ve por estar cubierto por plantas trepadoras.
Entre la vegetación natural de la vega y las huertas, que aprovechan el frescor y las tierras aluviales para ofrecer estupendas cosechas, se llega hasta una carretera y un puente que permiten cruzar sobre el río Duero y observar cómo se alza, en lo alto, el pueblo de Roa.
Una corta pero acusada subida será el último reto para culminar la etapa, aunque la recompensa, Roa, hará olvidar el esfuerzo.
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Cultivo de la vid en espaldera
Tradicionalmente las viñas han sido podadas para que la cepa tenga una disposición en vaso desde el suelo, formando una ‘v’.
Sin embargo, en los últimos tiempos se ha extendido el cultivo en espaldera, un sistema de plantación en el que se eleva el tronco de la cepa del que salen dos ramas principales que se alinean en un surco y se atan a un alambre. Sus principales ventajas son la mecanización de los trabajos, se mejora la maduración de la uva e incluso disminuye el riesgo de sufrir enfermedades debido a una mayor aireación de la cepa.
Roa
La histórica villa de Roa, situada en los límites cristianos durante la Edad Media, vio favorecido su crecimiento mediante la aplicación del modelo de la ‘Comunidad de Villa y Tierra’, que concedía especiales derechos, privilegios de tierras, pastos y montes, a favor de quienes vinieran a habitar a Roa y sus tierras.
Así, el Fuero de Roa recoge la voluntad del rey de organizar la villa y 33 aldeas de los alrededores, entre otros Calaforram (La Horra), Anguix, San Martín, La Cueva, Nava, Berlangas, Valcavado, Pedrosa, Mambrilla, Villaescusa y San Andrés. A partir de ese momento se convirtió en un señorío de la nobleza, que perduró hasta principios del s. XIX, momento en que cesaron todas las Comunidades.
En 1295 Doña Violante, viuda de Alfonso X, inició la construcción de la fortaleza de Roa, constituida por un castillo con una torre muy soberbia, un real palacio y una sólida cerca de murallas dotada de torreones y seis puertas.
roa-peñafiel 24km
Los viñedos y el soto, o bosque de ribera, del río Duero acaparan el protagonismo de la etapa. Al tramo inicial, que transcurre entre los campos de cereal y regadío y viñedos que dan origen a los prestigiosos vinos de la comarca, le sucede otro que recorre un pequeño sendero que se abre paso entre la densa vegetación de ribera para llevar hasta Peñafiel. El majestuoso castillo que se alza sobre esta población ribereña bien merece el esfuerzo realizado en la etapa para poder disfrutar a su término de su contemplación y visita.
Roa, localidad donde tiene sede el Consejo Regulador de los vinos de la Denominación de Origen Ribera del Duero, es el punto de salida de esta nueva etapa, que abandonará tierras burgalesas para adentrarse en la provincia de Valladolid.
Una estrecha carretera vecinal permite descender desde Roa, situada en un promontorio del terreno, hasta la vega del río Duero, que se adivina delante, y tomar el camino de los Molineros. El camino, aunque asfaltado, discurre junto a las aguas del río.
Al llegar a una bifurcación se toma el camino de la izquierda, para seguir guiando los pasos junto a las remansadas aguas del río Duero en una amplia zona de vega, lo que ofrece un terreno llano y fértil sobre el cual se asientan las tierras de labor y los huertos de los agricultores de la localidad, alternándose con los viñedos, que tanta fama han dado a esta tierra.
En la otra orilla y a través de la densa vegetación ribereña se observa a orillas del río Duero la población de La Cueva de Roa, que pese a su nombre no aloja ninguna cueva en su término. El origen de dicha denominación se debe a que en el siglo XV el noble Don Beltrán de la Cueva recibió como pago a sus favores las ciudades de Aranda, Molina, Atienza, Cuéllar y Roa, así como el título de Duque de Alburquerque, de manos del rey Enrique IV. Como este pueblo dependía de Roa se denominó La Cueva de Roa.
Más adelante se pasa junto a una presa y el Camino abandona la ribera para avanzar entre fincas de labor y viñedos en espaldera hasta una encrucijada de caminos, donde se debe girar a la izquierda y tomar rumbo sureste para ir en busca de nuevo del arbolado que flanquea al Duero, definido por la silueta de chopos, fresnos y sauces.
A la derecha se deja el alto de Socastillo, incomparable balcón natural sobre el serpenteante río Duero que ofrece algunas de las mejores panorámicas de la zona, pese a no ser tan conocido como La Cuesta Manvirgo, la localidad de Haza, o la Cuesta del Águila que son algunos de los miradores naturales más notorios de la Ribera del Duero burgalesa. Desde este alto se pueden contemplar los cambiantes campos del valle del Duero hasta que la vista se pierde en las elevaciones de la Sierra de Ayllón.
En una nueva bifurcación se toma el camino que parte hacia la derecha bajo la atenta mirada del alto de Socastillo y con la ermita de San Juan a la vista, lugar de paso antes de llegar a San Martín de Rubiales. Como curiosidad destaca el hecho de que en el año 1000 toda la población de esta localidad fue masacrada tras un intenso asedio de las tropas de Abd er-Rahmán III, cuando el río Duero servía de frontera entre los terrenos cristianos del norte y los musulmanes del sur.
Se abandona esta localidad junto a la hilera de bodegas que se asientan al pie de la ladera que desciende desde el páramo hasta el valle. El Camino continúa cómodo entre viñedos y fincas dedicadas a la agricultura de secano y regadío. Los pequeños olmos (Ulmus minor) atacados por la grafiosis ofrecen su sombra en los calurosos días de verano.
En las laderas se observan los restos de paredes de piedra que servían para aterrazarlas y permitir el cultivo agrícola en ellas, a pesar de las elevadas pendientes. Su abandono esta favoreciendo la regeneración natural de encinas y sabinas, que se alternan con viejos almendros, mientras que en otros sitios crecen con éxito repoblaciones de pino piñonero (Pinus pinea).
En la actualidad, gracias al canal del Riaza y a la mejora de las infraestructuras de regadío se obtienen magníficas producciones de acelgas, maíz, alfalfa, etc., dejando atrás los tiempos en los que la agricultura sólo daba exiguas producciones.
Siguiendo la vega del río Duero se llega a Bocos de Duero, sito ya en la provincia de Valladolid, donde existe un agradable parque con mesas y fuentes. El recorrido continúa por una pasarela de madera junto al río Duero, lo que permite avanzar inmerso en el interior del bosque de ribera, entre chopos (Populus nigra), alisos (Alnus glutinosa), fresnos (Fraxinus angustifolia) y matorral.
Más adelante la ruta sigue por una estrecha senda junto al río, con algunos tramos de fuerte y acusada pendiente que exigirán un pequeño esfuerzo.
En estos sotos, una gran comunidad de aves encuentran al abrigo de sauces (Salix sp.), chopos, rosales (Rosa sp.) y zarzas (Rubus sp.). Un magnífico hábitat para vivir, llenando con sus cantos, juegos y trajines el recorrido. Así, entre zarzas habita el ruiseñor común (Luscinia megarhynchos), el petirrojo (Erithacus rubecula), el zarcero común (Hippolais polyglotta) o el mosquitero común (Phylloscopus collybita). Mientras, en las copas de los árboles están las oropéndolas (Oriolus oriolus), los carboneros comunes (Parus major), los pitos reales (Picus viridis) o los papamoscas grises (Muscicapa striata).
A través de este agradable paseo se suceden los kilómetros rápidamente, hasta llegar a las cercanías de Peñafiel, allí el camino cruza una carretera por un paso inferior y lleva hasta la confluencia de los ríos Duero y Duratón, que unen sus aguas antes de llegar a Peñafiel, final de la etapa. Dicha localidad es famosa por su castillo y el puente de piedra de origen medieval que permite cruzar el río y cambiar de margen.
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La grafiosis del olmo
La grafiosis es una enfermedad que ha diezmado a los olmos y que prácticamente ha conseguido que lo único que quede de las olmedas sea un rastro de árboles secos o pequeños ejemplares que en cuanto alcanzan los dos o tres metros de altura se mueren.
La enfermedad comienza cuando un pequeño insecto, el barrenillo del olmo, perfora el olmo y construye galerías en su interior, al tiempo que se alimenta en las ramas tiernas, ayudando a que el hongo de la grafiosis (Ceratocystis ulmi) se introduzca dentro del árbol y comience a enfermar.
El olmo termina muriendo, dejando en las galerías de su interior esporas del hongo de la grafiosis, las cuales se adhieren a los barrenillos que habitan en el interior del olmo. Cuando salen del árbol y se trasladan a otro olmo se inicia de nuevo el ciclo de propagación.
Salud! 😉